El pecado de este
chico, como de la mayoría de orientales que conozco, es una afición desmedida y obsesiva por su trabajo. Ellos lo llaman pasión, yo creo que es algún tipo de desajuste social que les impide disfrutar del tiempo libre y el ocio. Esta disertación es el único consuelo que me queda para evitar el dolor de tripas que me causa la envidia. Apasionados o no, los artistas orientales a los que voy siguiendo ultimamente, lo que si que tienen es un callo de la hostia.



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